Escribir para entender. “Entender, no inteligir: entender”. Y, para ello, destruir lo que ya se nos ha dado como punto de partida, porque sólo así pueden la vida, la palabra o la cultura, volver a nacer para nosotros y, de esta forma, recuperar todo su sentido primigenio.
hay que seguir buscando. Sólo entonces podremos estar seguros de que estamos vivos.